15 Noviembre de 2021

Bioy, la mala suerte y la cobardía

Equipo Mageia Por Equipo Mageia

«El miedo lo vuelve a uno supersticioso», dice el narrador de Encrucijada, de Bioy Casares. Me atrevo a afirmar que hay algo de Bioy en ese personaje, no por las aventuras con otras mujeres sino por lo de la superstición.

 

Lo sostengo porque este personaje, antes de llegar a la conclusión con la que arranco estas líneas, también expuso: “Con tal de que pensar estas tonterías no me traiga mala suerte…”. Esto es, justamente, lo que Bioy dijo en la conferencia de prensa que dio cuando se enteró de que había sido el ganador del Premio Cervantes en 1990: sabía que era candidato pero que no quería pensar en eso, en una suerte de conjuro para no atraer la mala suerte.

 

Supersticioso era seguro. ¿Habrá pasado alguna vez por debajo de las escaleras? ¿Habrá estado tocando madera todo el tiempo? ¿Habrá tenido algún llavero de pata de conejo?

 

El miedo lo vuelve a uno supersticioso, dice, por eso me pregunto: ¿el supersticioso es cobarde?

 

María Kodama, la mujer de su mejor amigo, en unas declaraciones contundentes que hizo en una entrevista para Orsai, dijo que era un traidor y que Borges lo tenía como un cobarde.

 

Claramente, no conozco a Bioy como sí lo hiciera su amigo, pero de ser cierta su opinión, me atrevo a disentir.

 

El género fantástico nos pone a los lectores ante una ruptura de las leyes del mundo, frente al problema de qué es lo real y qué no lo es. Rosemary Jackson nos habla de “paraxis” como noción para referirse a lo fantástico: “la zona paraxial sirve para representar la región espectral de lo fantástico, cuyo mundo imaginario no es enteramente ´real´ (objeto) ni enteramente ´irreal´ (imagen), pero se localiza en alguna parte indeterminada entre ambos”.

 

Esto lo vemos, por ejemplo, en La invención de Morel, en donde la realidad y la proyección virtual se entremezclan y confunden, a punto tal que el propio narrador sostiene que “la situación que vivo no es la que yo creo vivir”. Aunque Borges, además de señalar en el prólogo que, respecto de la trama, no le parece imprecisión o una hipérbole calificarla de perfecta, sostiene que “despliega una Odisea de prodigios que no parecen admitir otra clave que la alucinación o que el símbolo, y plenamente los descifra mediante un solo postulado fantástico pero no sobrenatural”. En definitiva, afirma que nos encontramos frente a un nuevo género.

 

A qué voy con esto.

 

En el discurso que Bioy dio al recibir el Premio Cervantes, dijo que después de leer El Quijote quiso ser escritor “para contar, en tono despreocupado, historias de héroes que dejan la seguridad de su casa o de su patria y el afecto de su gente, para aventurarse por mundos desconocidos”.

 

Entonces, me pregunto y les pregunto a ustedes, alguien que se aventura a escribir no solo sobre mundos desconocidos sino mundos imposibles, sobre una isla que es el foco de una enfermedad misteriosa que “mata de afuera para adentro”, y en la que, como en la serie Lost, de un momento a otro aparecen personas viviendo ahí (y no digo más por si no leyeron el libro que les mencioné antes), ¿no es, además de un héroe, una persona valiente?

 

Yo creo que sí.

 

 

 

Crédito: Aki Obarrio

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